“El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace
alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no
se irrita, no tienen en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia,
sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree,
todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás.”
(1 Cor 13, 4-8)
Glorioso apóstol San Pablo, vaso escogido del Señor para llevar su santo
nombre por toda la tierra; por tu celo apostólico y por tu abrasada caridad con
que sentías los trabajos de tus prójimos como si fueran tuyos propios; por la
inalterable paciencia con que sufriste persecuciones, cárceles, azotes,
cadenas, tentaciones, naufragios y hasta la misma muerte; por aquel celo que te
estimulaba a trabajar día y noche en beneficio de las almas y, sobre todo, por
aquella prontitud con que a la primera voz de Cristo en el camino de Damasco te
rendiste enteramente a la gracia, te ruego, por todos los apóstoles de hoy, y
que me consigas del Señor que imite tus ejemplos oyendo prontamente la voz de
sus inspiraciones y peleando contra mis pasiones sin apego ninguno a las cosas
temporales y con aprecio de las eternas, para gloria de Dios Padre, que con el
Hijo y el Espíritu Santo vive y reina por todos los siglos de los siglos.
Amén.
Biografía de Saulo de Tarso (Pablo)
San Pablo, que originalmente
llevaba el nombre hebreo de Saulo, pertenecía a la tribu de Benjamín. Él nació
en Tarso, capital de Cilicia (Asia Menor), que se destacaba, en aquel tiempo,
por su academia griega y la cultura de sus habitantes. Siendo nativo de esta
ciudad y descendiente de judíos liberados de la esclavitud romana, Pablo tenía
los derechos del ciudadano romano. En Tarso, recibió su primera educación y
allí mismo conoció la cultura pagana, ya que en sus prédicas y epístolas se hallan
en claro el signo de haber conocido a los escritores paganos.
Saulo de Tarso |
Aquí mismo, según la
costumbre Hebrea, el joven Saulo aprendió a construir carpas, lo que le ayudó
más adelante, a ganarse el sustento con su propio trabajo. Aparentemente, el
joven Saulo se preparaba para ser rabino, ya que inmediatamente después de
terminar su educación, se mostró celoso de las tradiciones fariseas y
perseguidor de la fe cristiana. Posiblemente por la designación del Sanedrín,
él fue testigo de la muerte del primer mártir Esteban y luego recibió el poder
oficial para perseguir a los cristianos hasta fuera de los límites de la
Palestina y Damasco.
El Señor, viendo en él al
“cáliz para Sí mismo elegido,” en el camino a Damasco, y de una manera
milagrosa, lo llamó al servicio apostólico. Durante ese viaje una luz intensa
iluminó a Saulo y él cayó ciego a la tierra.
De la luz se escuchó una
voz: “¿Saulo, Saulo, porque me persigues?” A la cual Saulo pregunta: “¿Quién
eres?” El Señor respondió: “Yo soy Jesús, a quién tu persigues.”
El Señor le indicó ir a
Damasco, dónde se le indicaría que hacer. Los acompañantes de Saulo escucharon
la voz de Cristo, pero no vieron la luz. Llevándole de la mano a Damasco, el
ciego Saulo fue instruido en la fe y al tercer día bautizado por Ananías. En el
momento de sumergirse en el agua, Saulo volvió a ver. Desde ese tiempo él se
hizo un esforzado predicador de la enseñanza, que anteriormente perseguía.
Durante un tiempo fue a Arabia y luego volvió a Damasco para predicar acerca de
Cristo.
El furor de los judíos
indignados por su conversión a Cristo lo obligó a huir a Jerusalén en el año 38
d.C., donde se unió a la sociedad de los creyentes y conoció a los apóstoles.
Por el atentado a su vida por los griegos, se fue a su ciudad natal, Tarso. De
allí, cerca del año 43 d.C., él fue llamado por Bernabé para la prédica en
Antioquía, y luego viajaron juntos a Jerusalén, trayendo ayuda a los
indigentes.
Significado de la Conversión
La conversión es cambio de vida
fruto de un encuentro con Jesucristo que nos lleva a ver la
Jesús se presenta a Saulo |
vida centrada en El y ordenada en la moral. La
conversión es una gracia de Dios otorgada por los méritos de la redención de
Cristo que murió en la cruz para reconciliarnos con el Padre. La conversión es
esencial para ser discípulos de Cristo y salvarnos.
Ya que todos somos pecadores,
todos necesitamos continua conversión.
Conversión
consiste en aceptar libremente y con amor que dependemos totalmente de Dios, nuestro verdadero Creador, que dependemos del amor. Esto no es
dependencia, sino libertad. Convertirse significa, por tanto, no perseguir el
éxito personal, que es algo que pasa, sino, abandonando toda seguridad humana,
seguir con sencillez y confianza al Señor para que Jesús se convierta para cada
uno, como le gustaba decir a la beata Teresa de Calcuta, en «mi todo en todo».
Quien se deja conquistar por él no tiene miedo de perder la propia vida, porque
en la Cruz Él nos amó y se entregó por nosotros. Y precisamente, al perder por
amor nuestra vida, la volvemos a encontrar.
Importancia de una conversión sincera
Consecuencia de caminar ciegos... |
La conversión es también una dimensión permanente y básica de la fe de todo cristiano. La conversión, como dimensión de la fe, no es un solo acto sino un proceso incesante de reorientación permanente de la vida hacia Dios, que implica modificación de la mentalidad y el cambio de actitud hacia el exterior. La conversión hace que la fe no sea algo estático, sino que pueda profundizarse en un proceso continuo, pues la respuesta humana a las pruebas (situaciones difíciles que requieren tomar decisiones difíciles constantemente) puede llevar a profundizar y dinamizar la fe, y a madurar conforme al Evangelio. Efectivamente, el proceso de conversión permanente debería conducir al cristiano al radicalismo evangélico, el mismo radicalismo de Pablo de Tarso a partir de su encuentro sobrenatural con Jesús.
Conversión de Pablo
(Vídeo de refuerzo...)
Vídeo para reflexionar:
"Cómo convertir el fracaso en éxito"